miércoles, 1 de mayo de 2013

003~ Errores.


Los errores se acumulan. Uno tras otro. Como una gran carga que te atormenta desde tus entrañas. Errores que se miden en míseros segundos, minutos... y estropean tu vida; ese  puro camino comienza a llenarse de manchas negras, imborrables. Se pegan a ti, estrujándote desde dentro. Poco a poco, lentamente, formando parte de ti. Marcan. Dejan huella fija y permanente.

Miras hacia atrás, y deseas volver al pasado. Cambiar aquello que ahora te mortificará eternamente. Aquel fatal error; un simple paso erróneo que te desgarra sin compasión. No puedes. Las finas agujas del reloj parecen estar en tu contra, avanzando regularmente, alejándote de aquel fatídico momento. Irreparable. Tu ser se reciente.

El mundo parece derrumbarse a tus pies,  acabado, quebrado, deteriorado. Pero en realidad, la abrumadora normalidad hace tu sangre hervir.

Ves caras felices pasar.

No hay vuelta atrás. Lloras. Tus mejillas se humedecen; de rabia, desconcierto, ira, decepción, tristeza, resignación... Las lágrimas danzan, formando surcos, resbalando. Surgen mágicamente a través de tus lagrimales, adoloridos. Unas feas bolsas se forman bajo tus llorosos ojos, delatándote. Nada cambiará.
Un extraño nudo que parece haber sido creado con la peor de las espinas se clava en tu interior, despedazándote. Sangras. El arrepentimiento te mata tortuosamente, encerrando en tu cerebro todo aquello que pudiste hacer. Evitarlo. La voz ronca te lo recuerda. Pero ya es muy tarde. La conciencia, burlona, te persigue, acusándote sin descanso.

Tus pesadillas te corroen, haciéndote transpirar entre sábanas. Las imágenes se repiten. Sollozas.

Maldices. Culpas a tu imperfecto ser. Las criaturas, humanas, débiles y sucias son. Eres uno de ellos. Cobarde.

Alzas tus brazos hacia el cielo, ese que pretendías alcanzar con tanto anhelo, pero ahora parece muy lejano.

Puedes cubrir tu rostro, perderte entre la multitud, pero aquel escozor te carcome. Te tambaleas, te tambaleas con temor a caer. Fracasar.

La melancolía lo tiñe todo de negro.

Eres aún una crisálida. Encerrada en tu jaula de oro, en soledad. Te hundes en tus errores, ahogándote entre inútiles lamentos.

A pesar de todo el sol se alza ante ti, brillando con esa luz cegadora.  Temblando, sigues caminando, hacia delante, avanzando vagamente.

Ya no eres la misma, ni nunca lo serás.

"Los errores son los que te hacen tú.
Nunca te rindas"

No hay comentarios:

Publicar un comentario