viernes, 31 de mayo de 2013

004~ Oscuridad...

Murmullos entrecortados, voces graves y agudas, descoordinadas; rompen la tranquilidad de la rectangular aula. Mi cerebro vaga entre memorias, y una suave melodía comienza a sonar. Como autómatas, se ponen de pie instintivamente, provocando una jauría de choques de sillas de patas metálicas, cuya goma, la cual recubre su parte inferior, roza el suelo, deslizándose de forma tosca. El sonido de pasos acelerados entra a través de mis tímpanos, como un ruido pesado que te tienta a abandonar el duro asiento de madera y seguir los movimientos de esas personas que desean cruzar la chirriante puerta con tanto afán. Sin embargo, no lo hago. Balanceo el lápiz de un lado a otro en mi palma abierta, con la mente en blanco, vacía. Llevo una mano a mi cabeza, atrapando cabellos, apretándolos entre mis pequeños dedos. Debo reaccionar, irme de allí. Alzo mi cabeza con temor, como si esperase encontrar una abominación que amenazase con robarme los indeterminados días que me restan. Es la profesora. Me observa inquisitivamente, retirando los pesados libros de matemáticas de su viejo escritorio. El ambiente está cargado. Una bruma invisible parece rodearme en un abrazo asfixiante. La clara luz de la mañana atraviesa la ventana mediantes débiles rayos. Algo me advierte, me ordena que debo irme cuanto antes. Yo lo ignoro, encerrándome en mí misma. Describo lo que mis sentidos perciben detalladamente en mi cerebro. El silencio enloquecedor que ruega ser roto, las finas astillas que sobresalen de la superficie del artilugio con el que escribo palabras incoherentes, clavándose en mi piel, enterrándose; la manchada pizarra cuyo color inmaculado ha sido ensuciado por marcas de gruesos rotuladores de tinta borrable, el sabor a ácido que inunda mi boca, captado por mis sensitivas papilas gustativas, y el olor indescifrable de papel se cuela a través de mis fosas nasales, como una inminente droga. Cierro los párpados lentamente, escapando de ese mundo que me ha desgarrado las entrañas  tortuosamente.

"Corre, huye. Vete. Debes irte..."

Dedico a la nada una sonrisa de resignación. Flexiono mis adormiladas rodillas, apoyándome en la mesa, erguiéndome completamente. Avanzo, poco a poco. La salida ahora es casi palpable. Tan cerca...
Un escalofrío me atraviesa, y mis orbes se dilatan. Me detengo y caigo irremediablemente. El frío suelo me recibe colisionando contra mi cuerpo, golpeándome. Oscuridad. Cegadora y abrumadora oscuridad me aguarda, llamándome con lúgubres susurros. Me ahogo en ella. No puedo ver nada ahora.


Yo he perdido.

miércoles, 1 de mayo de 2013

003~ Errores.


Los errores se acumulan. Uno tras otro. Como una gran carga que te atormenta desde tus entrañas. Errores que se miden en míseros segundos, minutos... y estropean tu vida; ese  puro camino comienza a llenarse de manchas negras, imborrables. Se pegan a ti, estrujándote desde dentro. Poco a poco, lentamente, formando parte de ti. Marcan. Dejan huella fija y permanente.

Miras hacia atrás, y deseas volver al pasado. Cambiar aquello que ahora te mortificará eternamente. Aquel fatal error; un simple paso erróneo que te desgarra sin compasión. No puedes. Las finas agujas del reloj parecen estar en tu contra, avanzando regularmente, alejándote de aquel fatídico momento. Irreparable. Tu ser se reciente.

El mundo parece derrumbarse a tus pies,  acabado, quebrado, deteriorado. Pero en realidad, la abrumadora normalidad hace tu sangre hervir.

Ves caras felices pasar.

No hay vuelta atrás. Lloras. Tus mejillas se humedecen; de rabia, desconcierto, ira, decepción, tristeza, resignación... Las lágrimas danzan, formando surcos, resbalando. Surgen mágicamente a través de tus lagrimales, adoloridos. Unas feas bolsas se forman bajo tus llorosos ojos, delatándote. Nada cambiará.
Un extraño nudo que parece haber sido creado con la peor de las espinas se clava en tu interior, despedazándote. Sangras. El arrepentimiento te mata tortuosamente, encerrando en tu cerebro todo aquello que pudiste hacer. Evitarlo. La voz ronca te lo recuerda. Pero ya es muy tarde. La conciencia, burlona, te persigue, acusándote sin descanso.

Tus pesadillas te corroen, haciéndote transpirar entre sábanas. Las imágenes se repiten. Sollozas.

Maldices. Culpas a tu imperfecto ser. Las criaturas, humanas, débiles y sucias son. Eres uno de ellos. Cobarde.

Alzas tus brazos hacia el cielo, ese que pretendías alcanzar con tanto anhelo, pero ahora parece muy lejano.

Puedes cubrir tu rostro, perderte entre la multitud, pero aquel escozor te carcome. Te tambaleas, te tambaleas con temor a caer. Fracasar.

La melancolía lo tiñe todo de negro.

Eres aún una crisálida. Encerrada en tu jaula de oro, en soledad. Te hundes en tus errores, ahogándote entre inútiles lamentos.

A pesar de todo el sol se alza ante ti, brillando con esa luz cegadora.  Temblando, sigues caminando, hacia delante, avanzando vagamente.

Ya no eres la misma, ni nunca lo serás.

"Los errores son los que te hacen tú.
Nunca te rindas"